La violencia y sus efectos

Publicado: 17-09-2011

   Sodely Páez Delgado

Resumen

Melanie Klein, lapidaria, sostenía que el odio precede al amor; radical afirmación que sólo podríamos suscribir si aceptáramos como cierta la teoría metapsicológica de las pulsiones de vida y muerte, según la cual, a partir de los mecanismos de escisión y deflexión, el bebé realiza una primera y fundante operación defensiva con el fin de protegerse de su propia destructividad. De este modo, al proyectar la pulsión de muerte para salvaguardar al yo de la amenaza aniquilatoria implícita en dicha pulsión, convierte en persecutorio y hostil, odiado y temido, al objeto primordial (clivado y parcial).
Pero son, como sabemos, los sucesivos intercambios del bebé con este primer objeto, los que se encargarán de confirmar o, por el contrario de atenuar, neutralizar y/o modificar esta percepción hasta paulatinamente arribar, si el recorrido no presenta grandes complicaciones, a la integración de los aspectos buenos y malos del objeto. Es sólo a partir de allí que su innata capacidad de amar queda habilitada y con ella la de confiar, creer e ilusionarse.
El asunto no es meramente pulsional. La precaria imaginería de la mente del bebé requiere, sin duda, de la presencia real y e(a)fectiva de una madre ”suficientemente buena” para auxiliarlo en los procesos de organización y equilibrio psíquicos necesarios para su desarrollo y crecimiento. ”Portavoz” es como ha llamado Piera Aulagnier a la figura encargada de esta función, donde lo pulsional encuentra soporte y traducción(1).

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